Ilustración de un 'antecessor' en el libro 'El chico de la Gran Dolina'. / M. A.
La arqueóloga Aurora Martín recuerda perfectamente el 8 de julio de
1994, aquel día en el que, como otros tantos días rutinarios, estaba en
el suelo de la sierra burgalesa de Atapuerca hurgando en la tierra
arcillosa con un destornillador y un pincel. De repente, ante sus ojos
apareció un diente que no parecía ni de oso ni de cerdo, sino humano.
Luego apareció otro. Y otro.
El tiempo que tardó en llegar el mayor experto en dentición del yacimiento, José María Bermúdez de Castro,
se le hizo “eterno”. Subía trepando como un loco por el andamio que
sostenía a los arqueólogos. “Aurora levantaba el diente dentro de una
bolsa con la mano temblando”, rememora Bermúdez de Castro. Todos le
miraban a él, esperando que hiciera un diagnóstico rápido, pero no dijo
nada. “Me puse a gritar. Fue un shock tremendo, uno de los
momentos más emocionantes de mi vida. Nos pusimos todos a saltar de
alegría y no se cayó el andamio de casualidad”, relata.
El hallazgo se anunció al mundo en mayo de 1997.
Aquellos tres dientes, y otros 83 restos fósiles hallados después,
pertenecían a una especie humana extinta que paseó por el mundo hace
850.000 años. En un artículo en la revista científica Science, la bautizaron Homo antecessor. No se describía una nueva especie humana desde el Homo habilis, en 1964. Bermúdez de Castro y sus colegas se atrevieron a proponer que aquel ser era el ancestro común de los Homo sapiens
—los humanos modernos surgidos hace unos 200.000 años— y los
neandertales, que aparecieron en Europa hace unos 400.000 años y se
extinguieron en su último reducto de Gibraltar hace unos 35.000.
Ahora, el Homo antecessor cumple 18 años y, como subraya el
paleoantropólogo, codirector de los yacimientos de Atapuerca,
efectivamente “ha llegado a su mayoría de edad”. En su día, fue recibido
con escepticismo por la comunidad científica internacional. Algunos
aseguraban que no se trataba de una nueva especie, sino de un Homo ergaster, otra especie de origen africano de hasta 1,8 millones de años de antigüedad. Pero no. En la actualidad, el Homo antecessor es generalmente aceptado como una nueva especie con un papel protagonista en la evolución humana.
“En estos 18 años, hasta nosotros hemos cambiado de opinión”,
reconoce Bermúdez de Castro, que ya no defiende con tanto fervor que el Homo antecessor fuera el ancestro común. La especie, caníbal y con una altura de 1,70 metros, presenta un berenjenal de rasgos de otras especies. “Su cara era moderna.
Si fuera bien arreglado y peinado, en un vagón del metro no lo
distinguiríamos de una persona actual”, afirma. Los huesos de los dedos
de manos y pies también eran similares a los de los Homo sapiens. Pero su clavícula indica que tenía un cuerpo tan ancho con el de un neandertal. Y presenta otros rasgos compartidos con poblaciones asiáticas.
“Decir ahora que el Homo antecessor podría ser el padre y la
madre de todos ellos podría parecer un poco presuntuoso por nuestra
parte, así que decimos con prudencia que al menos fue el tío carnal del
ancestro común, que para muchos sería la especie Homo heidelbergensis”, resume Bermúdez de Castro.
El Homo heidelbergensis
vivió en África y Europa desde hace unos 600.000 años y se extinguió
hace unos 250.000 años. Descuartizaba grandes animales, como elefantes,
caballos y rinocerontes, y manejaba hachas de mano. La principal pista
que apunta hacia ellos como nuestro tatarabuelo es que el
análisis de ADN de neandertales y humanos modernos sugiere que
compartimos un ancestro común hace menos de medio millón de años. Una
gran corriente encabezada por el paleoantropólogo británico Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, cree que fue el Homo heidelbergensis el que dio lugar a los Homo sapiens en África y a los neandertales en Europa.
Recreación de un 'Homo antecessor' en el Museo de la Evolución Humana.
Bermúdez de Castro y la paleoantropóloga María Martinón-Torres —que publican ahora con otros colegas una biografía científica del Homo antecessor en la revista especializada Quaternary International— no piensan igual. “El Homo heidelbergensis
es una especie artificial, un poco un cajón de sastre, un nombre que se
ha utilizado para llamar a cosas diferentes”, argumenta la científica,
del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en
Burgos. Su hipótesis es que una población humana, posiblemente de Homo erectus,
dio lugar en Próximo Oriente a una población X que fue el ancestro
común de humanos modernos y neandertales, hace un millón de años.
El Homo erectus, capaz de controlar el fuego, fue el primer
humano que emigró fuera de África. Sus restos fósiles más antiguos
tienen 1,8 millones de años y posiblemente sobrevivió hasta hace 200.000
años en Indonesia.
“El Homo antecessor es esa población X surgida en Próximo
Oriente o bien deriva de ella”, sostiene Martinón-Torres. Ella y
Bermúdez de Castro reconocen que la presencia de Homo antecessor en el extremo más occidental de Europa es un tremendo obstáculo para sostener que la especie dio lugar al Homo sapiens. Pero la situación está cambiando.
En 2010, investigadores británicos encontraron a orillas del río
Támesis herramientas de piedra de hace unos 900.000 años que asignaron
al Homo antecessor. Sus dominios se amplían por Europa. No es
que la especie se limitara a vivir en la actual provincia de Burgos, es
que no se ha excavado lo suficiente. “En Europa y África tenemos un
agujero en el registro fósil desde hace 1,5 millones de años hasta hace
800.000 años. De esa época no tenemos prácticamente nada”, resume
Bermúdez de Castro.
La pelea por ser el ancestro común de los neandertales y los humanos
modernos sigue abierta. El golpe definitivo se puede encontrar en el
nivel TD6 de la llamada Gran Dolina de Atapuerca, donde Aurora Martín —hoy coordinadora del Museo de la Evolución Humana, en Burgos— sacó al Homo antecessor
de las entrañas de la tierra. Los primeros restos aparecieron tras
hacer un sondeo en el yacimiento, como un ascensor en una gigantesca
lasaña. Pero no se ha podido excavar más, porque para llegar a los
niveles más profundos y antiguos hay que retirar y estudiar
pacientemente las primeras capas de la lasaña.
“Calculamos que llegaremos al nivel TD6 en 2020 y que allí nos esperan miles de restos de Homo antecessor”,
explica Bermúdez de Castro. El paleoantropólogo, nacido en 1952, se
jubilará en 2022, a los 70 años, porque encadenó beca tras beca hasta
los 35 años, sin cotizar a la seguridad social. “Cuando me esté
jubilando veré salir los fósiles”, celebra.