martes, 2 de junio de 2015

El Homo antecessor se hace mayor de edad

Ilustración de un 'antecessor' en el libro 'El chico de la Gran Dolina'. / M. A.


La arqueóloga Aurora Martín recuerda perfectamente el 8 de julio de 1994, aquel día en el que, como otros tantos días rutinarios, estaba en el suelo de la sierra burgalesa de Atapuerca hurgando en la tierra arcillosa con un destornillador y un pincel. De repente, ante sus ojos apareció un diente que no parecía ni de oso ni de cerdo, sino humano. Luego apareció otro. Y otro.
El tiempo que tardó en llegar el mayor experto en dentición del yacimiento, José María Bermúdez de Castro, se le hizo “eterno”. Subía trepando como un loco por el andamio que sostenía a los arqueólogos. “Aurora levantaba el diente dentro de una bolsa con la mano temblando”, rememora Bermúdez de Castro. Todos le miraban a él, esperando que hiciera un diagnóstico rápido, pero no dijo nada. “Me puse a gritar. Fue un shock tremendo, uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Nos pusimos todos a saltar de alegría y no se cayó el andamio de casualidad”, relata.
El hallazgo se anunció al mundo en mayo de 1997. Aquellos tres dientes, y otros 83 restos fósiles hallados después, pertenecían a una especie humana extinta que paseó por el mundo hace 850.000 años. En un artículo en la revista científica Science, la bautizaron Homo antecessor. No se describía una nueva especie humana desde el Homo habilis, en 1964. Bermúdez de Castro y sus colegas se atrevieron a proponer que aquel ser era el ancestro común de los Homo sapiens —los humanos modernos surgidos hace unos 200.000 años— y los neandertales, que aparecieron en Europa hace unos 400.000 años y se extinguieron en su último reducto de Gibraltar hace unos 35.000.
Ahora, el Homo antecessor cumple 18 años y, como subraya el paleoantropólogo, codirector de los yacimientos de Atapuerca, efectivamente “ha llegado a su mayoría de edad”. En su día, fue recibido con escepticismo por la comunidad científica internacional. Algunos aseguraban que no se trataba de una nueva especie, sino de un Homo ergaster, otra especie de origen africano de hasta 1,8 millones de años de antigüedad. Pero no. En la actualidad, el Homo antecessor es generalmente aceptado como una nueva especie con un papel protagonista en la evolución humana.
 “En estos 18 años, hasta nosotros hemos cambiado de opinión”, reconoce Bermúdez de Castro, que ya no defiende con tanto fervor que el Homo antecessor fuera el ancestro común. La especie, caníbal y con una altura de 1,70 metros, presenta un berenjenal de rasgos de otras especies. “Su cara era moderna. Si fuera bien arreglado y peinado, en un vagón del metro no lo distinguiríamos de una persona actual”, afirma. Los huesos de los dedos de manos y pies también eran similares a los de los Homo sapiens. Pero su clavícula indica que tenía un cuerpo tan ancho con el de un neandertal. Y presenta otros rasgos compartidos con poblaciones asiáticas.
“Decir ahora que el Homo antecessor podría ser el padre y la madre de todos ellos podría parecer un poco presuntuoso por nuestra parte, así que decimos con prudencia que al menos fue el tío carnal del ancestro común, que para muchos sería la especie Homo heidelbergensis”, resume Bermúdez de Castro.
El Homo heidelbergensis vivió en África y Europa desde hace unos 600.000 años y se extinguió hace unos 250.000 años. Descuartizaba grandes animales, como elefantes, caballos y rinocerontes, y manejaba hachas de mano. La principal pista que apunta hacia ellos como nuestro tatarabuelo es que el análisis de ADN de neandertales y humanos modernos sugiere que compartimos un ancestro común hace menos de medio millón de años. Una gran corriente encabezada por el paleoantropólogo británico Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, cree que fue el Homo heidelbergensis el que dio lugar a los Homo sapiens en África y a los neandertales en Europa.

 Recreación de un 'Homo antecessor' en el Museo de la Evolución Humana. 


Bermúdez de Castro y la paleoantropóloga María Martinón-Torres —que publican ahora con otros colegas una biografía científica del Homo antecessor en la revista especializada Quaternary International— no piensan igual. “El Homo heidelbergensis es una especie artificial, un poco un cajón de sastre, un nombre que se ha utilizado para llamar a cosas diferentes”, argumenta la científica, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en Burgos. Su hipótesis es que una población humana, posiblemente de Homo erectus, dio lugar en Próximo Oriente a una población X que fue el ancestro común de humanos modernos y neandertales, hace un millón de años.
El Homo erectus, capaz de controlar el fuego, fue el primer humano que emigró fuera de África. Sus restos fósiles más antiguos tienen 1,8 millones de años y posiblemente sobrevivió hasta hace 200.000 años en Indonesia.
“El Homo antecessor es esa población X surgida en Próximo Oriente o bien deriva de ella”, sostiene Martinón-Torres. Ella y Bermúdez de Castro reconocen que la presencia de Homo antecessor en el extremo más occidental de Europa es un tremendo obstáculo para sostener que la especie dio lugar al Homo sapiens. Pero la situación está cambiando.

En 2010, investigadores británicos encontraron a orillas del río Támesis herramientas de piedra de hace unos 900.000 años que asignaron al Homo antecessor. Sus dominios se amplían por Europa. No es que la especie se limitara a vivir en la actual provincia de Burgos, es que no se ha excavado lo suficiente. “En Europa y África tenemos un agujero en el registro fósil desde hace 1,5 millones de años hasta hace 800.000 años. De esa época no tenemos prácticamente nada”, resume Bermúdez de Castro.
La pelea por ser el ancestro común de los neandertales y los humanos modernos sigue abierta. El golpe definitivo se puede encontrar en el nivel TD6 de la llamada Gran Dolina de Atapuerca, donde Aurora Martín —hoy coordinadora del Museo de la Evolución Humana, en Burgos— sacó al Homo antecessor de las entrañas de la tierra. Los primeros restos aparecieron tras hacer un sondeo en el yacimiento, como un ascensor en una gigantesca lasaña. Pero no se ha podido excavar más, porque para llegar a los niveles más profundos y antiguos hay que retirar y estudiar pacientemente las primeras capas de la lasaña.
“Calculamos que llegaremos al nivel TD6 en 2020 y que allí nos esperan miles de restos de Homo antecessor”, explica Bermúdez de Castro. El paleoantropólogo, nacido en 1952, se jubilará en 2022, a los 70 años, porque encadenó beca tras beca hasta los 35 años, sin cotizar a la seguridad social. “Cuando me esté jubilando veré salir los fósiles”, celebra.


Un asesinato en la Sima de los Huesos

Cráneo 17, de hace 436.000 años, hallado en la Sima de los huesos (Atapuerca, Burgos), con dos perforaciones en la frente posiblemente debidas a una agresión mortal intencionada.

Del primer asesinato de la historia del que se tiene noticia hasta ahora ha podido pasar mucho tiempo: 436.000 años. Pero, como en las mejores teleseries de forenses, las pruebas persisten y acaban saliendo a la luz de la mano de los expertos. Un hombre adulto, preneandertal, habitante del norte de la península Ibérica, recibió dos golpes brutales y definitivos en la frente, sobre el ojo izquierdo. Moriría como consecuencia de las lesiones y alguien echó su cuerpo en una oquedad de casi 15 metros de profundidad, como se haría con otros cadáveres que se iban acumulando allí….. La oquedad se denomina hoy Sima de los Huesos y es un rico yacimiento emblemático en el sistema de cuevas de la Sierra de Atapuerca (Burgos), donde se han descubierto ya restos de al menos 28 individuos de todas las edades y ambos sexos. ¿Las pruebas del probable asesinato, o “violencia interpersonal”, como señalan prudente y fríamente los científicos? Dos agujeros en la frente sobre el ojo izquierdo. “Dado que una o las lesiones traumáticas fueron probablemente letales, la presencia de golpes múltiples implica la intención de matar”, afirman los científicos que han analizado el cráneo y sus lesiones y que exponen sus conclusiones en la revista científica PlosOne. Nohemi Sala y sus colegas, tras descubrir el cráneo y analizarlo, han aplicado técnicas forenses avanzadas para determinar las causas.
Se trata, afirman los investigadores en el artículo, de la evidencia más antigua “de violencia interpersonal en el registro fósil de los homínidos”, es decir, un asesinato cometido hace 430.000 años, la antigüedad de los fósiles de la Sima. 
Se conocen bastantes pruebas de violencia interpersonal, pero de hace no más de 10.000 años, es decir, claramente de la especie humana actual, explica Sala a EL PAÍS. Y de antes aún hay un par de casos que no son concluyentes: uno es un neandertal (Shanidar-3), de hace unos 100.000 años, con una lesión penetrante en la novena costilla izquierda, pero parece que el individuo sobrevivió a esta herida varias semanas y no está claro que falleciera como consecuencia de esa herida. El otro es un Homo sapiens de hace unos 30.000 años con una lesión en la primera vértebra torácica que tal vez fue la causa de su muerte, pero, aunque pudo ser consecuencia de un enfrentamiento interpersonal, no se ha descartado que fuera un accidente de caza, recuerdan los investigadores en PlosOne.
En cualquier caso, 430.000 años atrás, es muchísimo tiempo. La víctima de Atapuerca era un individuo adulto joven, de sexo aún por determinar: “Es más fácil con los cráneos más robustos, que son masculinos y los más gráciles, que los femeninos; pero en estos intermedios es complicado”, comenta Juan Luis Arsuaga, codirector de las excavaciones de Atapuerca y uno de los autores de esta investigación. “Si en el futuro encontramos la mandíbula será más fácil”, añade.
El cráneo está muy completo, incluida la cara y la frente, y ha sido recompuesto con los 52 trozos que se fueron recuperando en la Sima de los Huesos a lo largo de los últimos 20 años y que los investigadores han escaneado para obtener un cráneo virtual en el que investigar, medir y comparar. Así hacen su descripción forense: los dos traumas en la frente del cráneo 17 (Cr-17, técnicamente) son muy notables, lesiones contundentes que afectan al hueso craneal tanto en la superficie exterior como la interior, la que está en contacto con el cerebro, y fracturas radiales desde el centro de impacto. Debieron ser un par de buenos golpes. “Seguro que tendría alguna lesión en el cerebro, pero como no fosiliza, no podemos saber el qué. Desde luego los golpes le perforaron el cráneo”, comenta Sala, investigadora del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (ISCIII-CSIC), en Madrid, que dirige Arsuaga.
Son fracturas postmorten, sufridas por el individuo cuando estaba vivo, concluyen los científicos. Además, no hay indicios de cicatrización de las lesiones, que encajan en lo que se define como fracturas de depresión, “resultado de una concentración de energía” en el hueso, perforándolo. Ambos agujeros tienen dimensiones y contornos prácticamente idénticos, “lo que sugiere que fueron causadas por el mismo objeto”, pero con trayectoria y orientación ligeramente diferente, es decir, un golpe por cada lesión.
Lenguaje técnico aparte, todo parece indicar, según sugieren los investigadores, que alguien le pegó bien fuerte en la cabeza con algo al individuo del Cr-17. Pero las conclusiones no se pueden sacar sin estudiar diferentes alternativas y Sala y sus colegas se han planteado si esos dos golpes en el cráneo no serían consecuencia de la caída del cuerpo en el agujero de 13 metros de la Sima de los Huesos, o después, una vez que estaba ya en el fondo. Descartan ambas opciones porque parece muy improbable que un mismo objeto golpease dos veces en la cabeza ni al caer ni cuando estaba ya en el fondo de la sima.
Más opciones que se tiene se plantea un forense: unas lesiones de este tipo ¿pudieron ser accidentales, sin que mediara violencia intencionada? “Los traumas accidentales o no intencionados afectan típicamente a los laterales del cráneo, mientras que las heridas intencionadas son más comunes en la región facial”, señalan Sala y sus colegas. “Las fracturas de depresión craneal, aunque pueden ser consecuencia de accidentes, son más probables como resultado de violencia interpersonal”. También descartan que se trate, por ejemplo, de un accidente de caza, dado que son dos golpes. Por su tamaño y forma, los traumas del Cr-17 claramente son intencionados, apuntan.
Y llegan más lejos en su análisis, recordando que, según la información forense, la localización de los dos golpes en la frente concuerda con el patrón habitual entre los humanos actuales, en el que las lesiones de este tipo suelen darse en el lado izquierdo, “lo que refleja, en los conflictos cara a cara, la predominancia de los individuos diestros”. Además, y curiosamente, la población de la Sima de los Huesos es, mayoritariamente, diestra.
Su conclusión es que el individuo no sobrevivió a las lesiones producidas por estos dos buenos golpes en la cabeza y, si uno solo de ellos habría sido suficiente para matarlo, el segundo implica “una clara intención de matar”.
Así, la explicación más plausible del origen de las lesiones craneales de este atapuerquino de hace 430.000 años es que son resultado de una pelea mortal.
Pero, acerca de la situación conflictiva…. “¿Cómo saber qué pasó? Eso no fosiliza. Se trata de un conflicto cara a cara, de frente, pero el motivo…. ¡Quién sabe!”, comenta Sala. Ni siquiera se sabe con qué golpeó el agresor al individuo del Cr-17: “Pudo ser una piedra… una herramienta de piedra; lo que está claro es que es el mismo objeto en las dos lesiones”, apunta la investigadora. Y añade que no es, porque no coincide en forma y tamaño, el único artefacto de piedra que se ha encontrado en la Sima de los Huesos que es una misteriosa hacha rojiza bautizada Excalibur.
El humano asesinado y hallado tantos miles de años después en la Sima de los Huesos vuelve a sacar a la luz el misterioso origen de la acumulación de cadáveres en esa oquedad de 13 metros de profundidad. Se han rescatado ya más de 6.700 fósiles humanos que pertenecen, al menos, a 28 esqueletos, de todas las edades y ambos sexos. ¿Cómo fueron a parar allí? En su artículo de PlosOne, los científicos resumen las diferentes hipótesis a las que llevan años dando vueltas. Probablemente, los cuerpos fueron depositados en la Sima enteros; en los huesos no hay marcas de corte, lo que indicaría prácticas caníbales, y las señales de dientes que pudieran haber dejado animales carnívoros si los hubieran devorado, son escasas.
 En el largo debate acerca del origen de la acumulación de cuerpos en la Sima, se han barajado cuatro posibilidades: actividad de animales carnívoros; transporte por procesos geológicos que van echando allí cuerpos dispersos por el entorno; caídas accidentales de los homínidos en la oquedad o acumulación intencionada de los cuerpos de los fallecidos por parte de sus congéneres.
Sala y sus colegas recuerdan que los análisis recientes han descartado las dos primeras posibilidades. Así que o se cayeron o los echaron. Y el cráneo 17, el del asesinado, inclina la balanza hacia la última opción, porque el individuo “claramente estaba ya muerto antes de ir a parar al lugar y se puede descartar la caída accidental”. Solo quedaría una opción, la de que alguien lo echó allí ya muerto. Así las cosas, todo parece apuntar hacia la explicación que, desde hace años, más satisface a los científicos de Atapuerca, aunque resulte complicado demostrarla: que la Sima de los Huesos “era un lugar donde los homínidos depositaban a los miembros muertos de sus grupos sociales”, señala el artículo de PlosOne. Esta interpretación “implica que era una práctica social entre esos grupos de homínidos del Pleistoceno Medio y puede representar el más temprano comportamiento funerario en el registros fósil humano”, concluyen los investigadores.

Hallado otro posible ancestro de todos los humanos



Hasta hace muy poco, la pregunta de cómo éramos los humanos antes de ser humanos tenía una respuesta clara: Lucy. Así se llama al esqueleto de australopiteco más célebre por pertenecer a la especie de la que proviene el género humano. Era un mono erguido que no llegaba al metro y medio y con un cerebro tres veces más pequeño que el nuestro, pero, era nuestro origen y por eso cobró fama hasta convertirse casi en una estrella. Pero eso era hasta ahora, pues un nuevo hallazgo acaba de confirmar que Lucy coexistió con otras especies de homínidos que también podrían ser nuestros ancestros y cuya simple existencia embarulla el árbol genealógico humano para hacerlo mucho más creíble e interesante.
La nueva especie descubierta se llama Australopithecus deyiremeda y acaba de ser presentada en sociedad por sus descubridores. Lo más interesante de estos nuevos fósiles hallados en la región de Afar de Etiopía, un maxilar y dos mandíbulas, es que tienen entre 3,3 y 3,5 millones de años, es decir, son coetáneos de la especie de Lucy, los Australopithecus afarensis. Aún más interesante es que los restos se han hallado en Woranso-Mille, a unos 30 kilómetros de distancia de donde vivían los afarensis.
La historia oficial decía que Lucy y los suyos vivieron hace entre 3,7 y 3 millones de años. De su linaje brotaron dos nuevas ramas, hace unos 2,5 millones de años. De una salió un homínido con una imponente cabeza de gorila y enormes dientes para triturar alimentos muy duros: el parantropus. En la otra estaban los primeros miembros del género Homo. Mientras los parantropus se extinguieron, la segunda rama, la humana, experimentó una auténtica explosión de formas y especies que cohabitaron durante miles de años y de la que los Homo sapiens somos los únicos descendientes vivos.

La existencia de esta nueva especie hallada en Etiopía y descrita hoy en la revista científica Nature redibuja ese árbol clásico y le pone al menos dos ramas iniciales. “Es tan probable que esta nueva especie sea el ancestro del género Homo como que lo sea Lucy”, explica a Materia el paleoantropólogo etíope Johannes Haile-Selassie, jefe de las excavaciones e investigador del Museo de Historia Natural de Cleveland (EEUU). No es la primera vez que se sugiere, en contra el dogma, que hubo varias especies que coexistieron en África en el mismo tiempo, todas con posibilidades de ser nuestro ancestro. Ahí está el Kenyanthropus platyops, una mezcla de humano y australopiteco que vivió en Kenia y cuyo fósil sigue sin ser aceptado por buena parte de los científicos por estar muy deformado. Hace unos días un estudio mostró que este homínido pudo desarrollar las primeras herramientas de piedra -una tecnología que se pensaba únicamente humana- 700.000 años antes que nuestro género Homo.
En Sudáfrica, un nuevo análisis de otro fósil excepcional conocido como Little Foot demostró en abril que esta especie también fue coetánea de Lucy. Ya en 2012, el propio Haile-Selassie encontró en Etiopía un pie fósil de hace 3,4 millones de años que no era nada parecido al de los afarensis, pero no le bastó para probar que tenía una nueva especie entre manos. Ahora está convencido de que su Australopithecus deyiremeda prueba que el mosaico de formas con que la evolución genera nuevas especies y géneros estaba representado en Etiopía con al menos dos australopitecos coetáneos que anticipaban a su manera a los humanos. “La cara y la estructura de la mandíbula de esta nueva especie son más evolucionadas que Lucy”, resalta el experto. Sin embargo, “sus caninos superiores parecen más primitivos”. En el estudio también ha participado Luis Gibert, geólogo experto en datación de la Universidad de Barcelona. Gibert colabora desde 2010 en las excavaciones de Woranso-Mille y ha sido responsable responsable de la contextualización cronoestratigráfica y sedimentológica de los fósiles encontrados.

Investigadores ajenos al estudio reconocen que este y otros trabajos le dan un revolcón a la evolución humana clásica. “En mis clases siempre digo que Lucy es el mejor candidato a ser el ancestro de los humanos, pero ahora ya no lo sabemos”, reconoce Carlos Lorenzo, paleoantropólogo y profesor de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
El nuevo árbol de familia que dibujan estos hallazgos tiene muchas más ramas, es mucho más tupido y se parece más a lo que vemos en cualquier otra parte del reino animal. Lo raro eran los linajes lineales que más parecían de reyes godos que de especies. De este nuevo estudio Lorenzo destaca la mezcla de rasgos humanos y australopitecos que tiene el deyiremeda y resalta que esa misma mezcla es la que se observaba en los restos del humano más antiguo hallado hasta ahora, precisamente en el yacimiento de Ledi-Geraru, a unas pocas decenas de kilómetros de donde ha aparecido este nuevo australopiteco.
Fred Spoor, investigador del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva, apunta en Nature que posiblemente fuera esta nueva especie la que desarrollara esas primeras herramientas líticas encontradas en Kenia.
Ahora Haile-Selassie quiere volver al yacimiento etíope en busca de nuevos especímenes para estudiar si aquel pie primitivo, con pulgar oponible como el de un chimpancé, perteneció a la misma especie recién descubierta. Esos pies, señala, no son de australopiteco, sino de Ardipithecus ramidus, otra especie más antigua que vivió hace 4,4 millones de años también en Etiopía y que pudo ser el origen de los australopitecos y los humanos. Demostrar que tuvo esos dos rasgos tan diferentes “sería fascinante”, resalta Haile-Selassie, relamiéndose con darle otra sacudida a nuestro árbol de familia.


domingo, 24 de mayo de 2015