domingo, 3 de abril de 2016

Neandertales, denisovanos y sapiens, sexo y adaptación local.

 
 Localización geográfica de las 159 poblaciones estudiadas. SCIENCE

Neandertales, denisovanos y sapiens: sexo y adaptación local. Nuevas evidencias de que los antiguos cruces entre las tres especies tuvieron consecuencias evolutivas

Estamos tan acostumbrados a ser los únicos humanos sobre la Tierra que casi no podemos imaginar un pasado en que, viajando desde África hacia un mundo desconocido, lo más fácil era encontrar por ahí a otros de los nuestros, otras especies del género Homoque compartían con nosotros un pasado olvidado, y con las que, según sabemos ahora, no nos importaba compartir el sueño de una noche de verano. Sin considerarlo animalismo, y sin que nuestra lógica más profunda, la genética, lo viera inconveniente tampoco, puesto que de aquellos polvos han venido estos lodos que la ciencia revela ahora en nuestro genoma.

Según la última investigación de 1.523 genomas de personas de todo el mundo, incluidos por primera vez los de 35 melanesios, los neandertales se cruzaron no una, sino tres veces (en tres épocas distintas), con diversas poblaciones de humanos modernos. Solo se libraron los africanos, por la sencilla razón de que los neandertales no estaban allí. Los melanesios actuales llevan ADN de otra especie arcaica, los misteriosos denisovanos que vivían en Siberia hace 50.000 años, pero ni por esas se libraron de la promiscuidad neandertal: sus genomas actuales llevan las marcas inconfundibles tanto de neandertales como de denisovanos.

Y un premio de consolación: los genes de la evolución del córtex, la sede de la mente humana, son enteramente nuestros, de los Homo sapiens. Lo demás parecen ser adaptaciones al clima local. Son los resultados que 17 científicos de la Universidad de Washington en Seattle, la Universidad de Ferrara, el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y el Instituto de Investigación Médica de Goroka, en Papúa Nueva Guinea, entre otros, han presentado en Science.

Según la última investigación, los neandertales se cruzaron no una, sino tres veces (en tres épocas distintas), con diversas poblaciones de humanos modernos.
Los genomas se suelen medir en megabases, o millones de bases (las letrasdel ADN, gatacca…). El genoma humano tiene 3.235 megabases. De ellas, 51 megabases son arcaicas en los europeos, 55 en los surasiáticos y 65 en los asiáticos orientales. Casi todas esas secuencias arcaicas son de origen neandertal en estas poblaciones. En contraste, los melanesios presentan un promedio de 104 megabases arcaicas, de las que 49 son neandertales, y 43 son denisovanas (las 12 restantes son ambiguas de momento). Son solo números, aunque dan una idea del grado de precisión que ha alcanzado la genómica humana.

Pero el diablo mora en los detalles. Las secuencias arcaicas no están distribuidas de manera homogénea por el genoma, ni mucho menos. Hay zonas donde están muy poco representadas, es decir, donde hay tramos de 8 megabases o más sin una sola letra neandertal o denisovana. Estos tramos de puro ADN moderno, o sapiens, son ricas en genes implicados en el desarrollo del córtex cerebral –la sede de la mente humana— y el cuerpo estriado (o núcleo estriado), una región interior del cerebro responsable de los mecanismos de recompensa, y por tanto implicada a fondo en planear acciones y tomar decisiones.

Que los genes implicados en estas altas funciones mentales estén limpios de secuencias neandertales o denisovanas no puede ser casual, según los análisis estadísticos de los autores. El hecho implica, probablemente, que la presencia de ADN arcaico allí ha resultado desventajosa durante los últimos 50 milenios, y por tanto ha resultado barrida por la selección natural.

Entre los genes modernos se encuentra el famoso gen del lenguaje, FOXP2, lo que vuelve a plantear dudas sobre la capacidad de lenguaje de los neandertales. Que la secuencia de este gen sea idéntica en neandertales y sapiens se ha considerado una evidencia de que los neandertales hablaban, pero los genes son más que su secuencia de código (la que se traduce a proteínas): hay además zonas reguladoras esenciales, las que le dicen al gen dónde, cuándo y cuánto activarse. Otros genes puramente modernos son los implicados, cuando mutan, en el autismo.

Entre los genes modernos se encuentra el famoso gen del lenguaje,FOXP2, lo que vuelve a plantear dudas sobre la capacidad de lenguaje de los neandertales

También son interesantes las regiones genómicas contrarias, es decir, las que están particularmente enriquecidas en genes neandertales o denisovanos. Los genomas melanesios han revelado 21 regiones de este tipo que muestran evidencias de haber sido favorecidas por la selección natural. Muchas de ellas contienen genes implicados en el metabolismo (la cocina de la célula), como el de la hormona GCG, que incrementa los niveles de glucosa en sangre, o el de la proteína PLPP1, encargada de procesar las grasas; también hay cinco genes implicados en la respuesta inmune innata, la primera línea de defensa contra las infecciones.

Todo ello refuerza los indicios anteriores de que los cruces de nuestros ancestros sapiens con las especies arcaicas que encontraron durante sus migraciones fuera de África tuvieron importancia para adaptarse a las condiciones locales: clima, dieta e infecciones frecuentes en la zona. Tiene sentido, desde luego.

Fueron sueños de una noche de verano, pero vuelven ahora a nuestro encuentro, como en una buena obra de teatro clásico.
Publicado por Luis Tejada

lunes, 21 de marzo de 2016

Entraron por el Sur.


Nuevas evidencias de la entrada de homínidos en Europa desde África por el sur de la península ibérica hace cerca de 900.000 años

Investigadores de la Universidad de Barcelona, en España, han encontrado evidencias de la posible entrada de homínidos en Europa por el sur de la península ibérica hace entre 900.000 y 850.000 años. El estudio se ha publicado en la revista científica Journal of Human Evolution y se basa en la nueva datación de restos fósiles de humano y de primate africano encontrados en Cueva Victoria (Cartagena, Murcia). Estos hallazgos, junto con restos de tecnología lítica de la misma época hallados en otro yacimiento cercano, y la coincidencia temporal con una bajada del nivel del mar, hacen pensar a los investigadores en la llegada de humanos desde África cruzando el estrecho de Gibraltar. El trabajo, de carácter internacional, está liderado por Lluís Gibert, investigador y profesor agregado  del Departamento de Geoquímica, Petrología y Prospección Geológica de la Facultad de Geología de la UB, y en él también han participado Carles Ferràndez, profesor titular del Departamento de Estratigrafía, Paleontología y Geociencias Marinas de la UB, y María Lería, becaria del Departamento de Dibujo de la UB.



«Hasta ahora, la teoría dominante establecía que la dispersión humana desde África hacia Europa se había producido dando la vuelta al Mediterráneo por el norte y llegando a la Península a través de los Pirineos; pero nuestro trabajo, y otros estudios anteriores, sugieren la entrada de homínidos desde el sur en diferentes ocasiones», explica Lluís Gibert.



La hipótesis de los investigadores se basa en primer lugar en la datación de los fósiles de homínidos descubiertos en Cueva Victoria, una caverna del Pleistoceno inferior con tres kilómetros de galerías ubicada en el sureste de la península ibérica, a 13 kilómetros de Cartagena. Se trata de una madriguera de hienas donde se han encontrado cerca de noventa especies de vertebrados, incluyendo una falange humana y restos de Theropithecus oswaldi, un primate africano similar a un papión. «Estos son los únicos restos de Theropithecus encontrados en Europa, y su presencia en el norte de África durante el Pleistoceno, así como su ausencia en otros yacimientos europeos, sería un primer indicio de la dispersión de homínidos a través del estrecho», explica Carles Ferràndez, que es editor, con Lluís Gibert, de una monografía sobre Cueva Victoria.

Con diferentes técnicas de datación, el nuevo trabajo muestra que tanto la falange como los restos del primate tendrían alrededor de 900.000 años, la misma edad que un hacha de mano encontrada en el yacimiento de Cueva Negra del Estrecho del Río Quípar, a 50 kilómetros de Cueva Victoria. «Son los primeros restos encontrados en Europa de tecnología achelense, un tipo de cultura lítica que aparece en África hace 1,6 millones de años y que, hasta la datación de Cueva Negra, se pensaba que no había llegado a nuestro continente hasta hace 600.000 años», recuerda Lluís Gibert, uno de los autores de la datación del hacha de mano achelense, que se publicó en 2009 en la revista científica Nature.

El periodo temporal en que vivieron estos homínidos parece coincidir con registros de una caída importante del nivel del mar —de -100 metros— que podría haber facilitado el cruce del estrecho. «Durante el último millón de años de historia geológica, el nivel del mar llega a caer más de 100 metros en períodos glaciares. La primera bajada de esta magnitud se da a los 0,9 millones de años, reduciendo la distancia entre África y Europa. Según reconstrucciones paleogeográficas, el estrecho estaría formado en ese momento por 5 kilómetros de agua, unas islas y 2 kilómetros más de agua, lo que es muy diferente a los 14 kilómetros de agua de la actualidad», explica Ferràndez.

Según los investigadores, esta entrada de homínidos tendría un precedente aún más antiguo: «Estudios anteriores a partir de diferentes hallazgos de homínidos, industria lítica y fauna africana en yacimientos de Orce (cuenca de Baza, Granada), ya habían sugerido una dispersión por el sureste de la península ibérica hace cerca de 1,3 millones de años, independientemente de que otros humanos intentaran dar la vuelta al Mediterráneo», explica Lluís Gibert. Los últimos trabajos indican que la primera salida de homínidos de África habría tenido lugar a través de Oriente Medio y hacia arriba, a través de Asia Menor, hasta el sur del Cáucaso meridional hace 1,8 millones de años; pero «actualmente no existe ninguna evidencia sólida entre el Cáucaso y el sur de la península ibérica que indique una entrada en Europa anterior a 1,3 millones de años, siguiendo esta ruta y superando todas las barreras geográficas y climáticas que existían», afirman los investigadores.

La datación de los fósiles de homínidos de Cueva Victoria se realizó utilizando diferentes metodologías. En primer lugar, se analizó el paleomagnetismo del área donde se encontraron los restos. Se trata de un método de datación relativo que se basa en el estudio de la inversión de los polos magnéticos del planeta debida a la dinámica interna de la Tierra. Estos cambios no tienen una periodicidad concreta; pero quedan registrados en los minerales. El paleomagnetismo permitió concretar el marco temporal, que después se confirmó utilizando la técnica de uranio-torio, que permite refinar la datación midiendo la descomposición del uranio en los materiales con calcita, como los que se encuentran en la cueva.

Por último, un estudio sobre los fósiles de roedores encontrados en los sedimentos de la cueva, realizado por uno de los investigadores firmantes del artículo, Robert A. Martin, de la Universidad Estatal Murray, confirmó que serían más modernos que los hallados en el yacimiento de Orce, por lo que también encajarían en el marco temporal indicado por las técnicas de datación geológicas. (Fuente: U. Barcelona)

sábado, 19 de marzo de 2016

Nueva Exposición del Aula de la Tierra


¿Y si los neandertales se extinguieron por caníbales?



Dos científicos españoles exploran las causas de la desaparición de nuestros parientes más cercanos en el árbol de la evolución.
La desaparición de los neandertales, esos humanos con los que los sapiens nos acostábamos de forma recurrente y con los que tuvimos hijos fértiles, es una fuente inagotable de nuevas teorías. Nadie sabe exactamente por qué desaparecieron hace unos 40.000 años, aunque se suele citar una desgraciada confluencia de circunstancias. Unas son ajenas a nuestra especie, como el cambio climático, y otras están íntimamente relacionadas con la llegada a Europa de los Homo sapiens: la lucha por el territorio, la creciente escasez de caza y comida, la endogamia en tribus cada vez más pequeñas...

Ahora, dos científicos españoles introducen otra variable en la ecuación. “¿Fueron los neandertales responsables de su propia extinción?”, se preguntan Jordi Agustí, investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, y Xavier Rubio-Campillo, del Centro de Supercomputación de Barcelona, en el título de un estudio publicado online en Quaternary International.

Su aproximación al problema se basa en un modelo informático para entender el peso que pudo tener el canibalismo en la extinción de los neandertales cuando esta especie “confrontó” a los recién llegados sapiens, explica Agustí. “Se trata de un modelo informático con parámetros muy sencillos, aplicable no solo a los neandertales sino a cualquier otra especie caníbal cuando se enfrenta a otra que no lo es”, detalla el investigador.

El trabajo se basa en las evidencias fósiles de una y otra especie. “Hemos asumido que los neandertales eran caníbales de forma relativamente habitual, dado que se han encontrado pruebas de estas prácticas en yacimientos como el de El Sidrón, en Asturias, el de Krapina, en Croacia, y otros”, explica Agustí. Los investigadores interpretan que esta especie mataba a miembros de tribus rivales y los devoraban, no por ritual, sino por simple necesidad nutritiva, lo que en la jerga de los paleoantropólogos se llama “canibalismo gastronómico”. “Se trataba de un tema de pura supervivencia”, relata Agustí. “En una situación de competencia intergrupal acabas comiéndote al vecino”, añade. En cambio, se ha asumido que los primeros sapiens que llegaron a Europa no practicaban ese canibalismo, porque “hasta el momento no hay ninguna prueba de ello en esa época”, detalla Agustí. Los primeros indicios de canibalismo entre sapiens, dice Agustí, surgen mucho después de la extinción de los neandertales, en especial durante la aparición de la agricultura en el Neolítico.

Los resultados de la simulación muestran que solo esta diferencia basta para explicar la desaparición de los neandertales en un contexto de lucha por el territorio y recursos cada vez más escasos.
“El comportamiento de los grupos de neandertales llevó a su propia extinción cuando los humanos anatómicamente modernos (sapiens) del Pleistoceno tardío comenzaron a poblar su entorno, al que estaban extremadamente bien adaptados”, concluye el trabajo.

“Lo más interesante”, explica Agustí, “es que en ausencia de competición con otra especie, el canibalismo es una estrategia óptima” en términos de supervivencia. Es decir, que los sapiens “seguimos siendo la causa final de su extinción, si no hubiéramos aparecido, hubieran seguido floreciendo”, resalta Agustí.

El estudio pretende ser un primer paso hacia la elaboración de modelos más refinados que incluyan otros factores como la mayor capacidad social de los sapiens o el cambio climático en Europa, dice Agustí.

La nueva teoría es polémica, aunque se fundamenta en evidencias del registro fósil, tal y como reconoce el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca. “En las poblaciones de cazadores y recolectores recientes que se han podido estudiar no parece que sea una práctica sistemática y sin embargo lo tenemos ya en Homo antecessor hace casi un millón de años…”, explica. “No parece que sea de carácter ritual en este caso de Atapuerca al menos, sino depredatorio”, coincide. “En los neandertales cabe preguntarse si el canibalismo era ritual o alimenticio solamente, o las dos cosas incluso. Hay que estudiar más a fondo esta historia porque es muy interesante”, reconoce.

Chris Stringer, investigador del Museo de Historia Natural de Londres y experto en evolución humana, destaca que no es la primera vez que se propone esta teoría. Desde 2004, varios estudios han especulado que, dado que los neandertales se comían el cerebro de miembros de su propia especie, pudieron contraer la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, conocida por la crisis de las “vacas locas” y que un estudio llegó a calificar de “la enfermedad de los neandertales locos”.

Stringer introduce una duda en el planteamiento de los científicos españoles. “Si [el canibalismo] es una estrategia tan efectiva para una especie amenazada, ¿por qué mucho otros carnívoros no adoptaron ese comportamiento ni lo hacen actualmente?”. Para el británico, una “combinación de oscilaciones climáticas y la competición por recursos con los humanos modernos es la explicación más plausible para la extinción de los neandertales”.

“Es novedoso barajar el canibalismo como factor crítico y seguramente este estudio aporta más datos a la discusión sobre la extinción de los neandertales”, opina Nohemi Sala, del Centro de Investigación sobre Evolución y Comportamiento Humanos (USM-ISCIII). Pero esta experta también coincide en que “hubo muchos otros factores” que contribuyeron a la extinción de los neandertales.

También queda la duda de si nuestra especie era diferente en este asunto. “El canibalismo es la práctica mortuoria más habitual del registro fósil, todas las especies humanas del último millón de años, incluida la nuestra, lo han practicado, parece que va con el ser humano”, explica. En Europa hay muy pocos yacimientos de Homo sapiens de aquella época, así que las pruebas de que ellos también se comiesen a sus congéneres puede simplemente no haberse descubierto aún.
Fuente: El País
 

Un descubrimiento asombroso


Labores de excavación en la Sima de los Huesos. JAVIER TRUEBA

Parece seguro ya, según la morfología y el ADN nuclear, que la población de la Sima de los Huesos estaba, hace 430.000 años, en la senda de los neandertales.
Hace todavía poco tiempo, en 2014, se dio a conocer en la revista Nature el ADN humano más antiguo del mundo. Constituyó todo un hito en la corta historia de las investigaciones en el campo de la paleogenética. El fósil que proporcionó el ADN fue un fémur de hace 430.000 años de la Sima de los Huesos, en la Sierra de Atapuerca (Burgos), y el laboratorio donde se consiguió la proeza el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig. Paleontólogos de Atapuerca y genéticos del Max Planck firmaban el trabajo.

En aquel estudio pionero se reconstruyó el genoma mitocondrial casi completo de un individuo ensamblando segmentos increíblemente pequeños, en el límite mismo de lo reconocible. Nadie había podido repetir la hazaña de recuperar ADN humano tan antiguo hasta el día de hoy, en el que los mismos protagonistas hacen públicas, otra vez en Nature, nuevas secuencias genéticas de la población de la Sima de los Huesos.

Esta vez el estudio se ha centrado en el ADN nuclear. Hay que distinguir entre estos dos tipos de ADN para interpretar los resultados. El ADN mitocondrial se transmite por vía materna y se encuentra en unos orgánulos llamados mitocondrias (las “centrales de energía” de la célula) situados fuera del núcleo (en el citoplasma). El ADN nuclear es más fácil de entender: se hereda por las dos líneas, materna y paterna, se encuentra en los cromosomas y es el responsable de nuestras características de especie y, dentro de esta, de los rasgos individuales.

Los resultados de uno y otro tipo de ADN han resultado ser “aparentemente contradictorios” ; la realidad nunca es contradictoria, aunque a veces nosotros no seamos capaces de descifrarla coherentemente. En la anterior publicación se contaba que el ADN mitocondrial del fémur de la Sima de los Huesos era del mismo tipo que el de los fósiles de la cueva Denisova, situada nada menos que en Siberia, y que no estaba relacionado para nada con los neandertales.

Pero en otro estudio de 2014, este publicado en la revista Science, los paleontólogos de Atapuerca concluían que población de la Sima de los Huesos sí estaba relacionada evolutivamente con los neandertales, a pesar de que el ADN mitocondrial dijera lo contrario.

Ahora, un segundo fémur ha corroborado que el ADN mitocondrial de la Sima de los Huesos se parece al de los denisovanos y no al de los neandertales. Pero el ADN nuclear de ese mismo fémur y el de un diente incisivo relacionan a la Sima de los Huesos con los neandertales, confirmando los resultados obtenidos estudiando las características físicas de los fósiles.

¿Cómo se puede entender esta paradoja? Parece seguro ya, en base a la morfología y el ADN nuclear, que la población de la Sima de los Huesos estaba, hace 430.000 años, en la senda de los neandertales. Pero su ADN mitocondrial, en cambio, no tenía nada que ver. Hacen falta más genomas nucleares y mitocondriales de otros yacimientos de la época para resolver el acertijo, aunque van a ser difíciles de conseguir (la conservación de los fósiles de la Sima parece única). De momento, una explicación compatible con los datos sería que el ADN mitocondrial de los neandertales vino de fuera y quizás lo trajeran poblaciones africanas que llegaron a Europa en un tiempo posterior al de la Sima.

El modo de tallar la piedra (la “cultura”) de las gentes de la Sima de los Huesos era de tipo achelense (o Modo II). Es la tecnología de las hachas de mano, como una que se encontró en la propia Sima con los esqueletos humanos. Es posible que los inmigrantes africanos que introdujeron en Europa el ADN mitocondrial de tipo neandertal también difundieran el tipo de tecnología que sigue al achelense, el Modo III, que se conoce en Europa como musteriense.

En todo caso, no dejemos que las disquisiciones técnicas nos roben el asombro ante el descubrimiento del ADN de unos remotos antepasados de los neandertales que pisaron la Tierra (nuestra tierra) hace más de 400.000 años.

Además, como llevamos alguna que otra gota de sangre neandertal en nuestras venas, también podemos considerarlos antepasados nuestros.

El ADN aclara el origen de los humanos de Atapuerca



Los 28 homínidos que yacen en la Sima de los Huesos tenían un parentesco estrecho con los neandertales, según el primer análisis de su material genético nuclear.
Hace 430.000 años, al menos 28 niños y adultos de ambos sexos murieron y quedaron sepultados en una cueva de la Sierra de Atapuerca, en Burgos. Cuando los paleoantropólogos los encontraron, bautizaron el sitio como la Sima de los Huesos, ya que de allí sacaron más de 6.700 restos fósiles humanos. Aún no está claro si era una trampa mortal o una tumba con sentido religioso, pero, con el tiempo, la investigación sobre lo que allí sucedió se ha convertido en un referente mundial para el esclarecimiento de los capítulos más desconocidos de la evolución humana.

Ahora, por primera vez en la larga historia, se ha conseguido analizar ADN nuclear de dos de los individuos de la sima. Se trata de material genético extraído del núcleo celular, el más antiguo jamás analizado. El simple hecho de haber conseguido rescatarlo a partir de unos pocos microgramos de hueso molido de un fémur, varios dientes y escápulas, es ya un logro histórico. Pero lo más interesante es la historia que desvela.

El equipo de paleoantropólogos que dirige las excavaciones de Atapuerca cree que los 28 humanos allí sepultados son neandertales arcaicos, ancestros de los miembros más modernos de esta especie que vivió en Europa hasta hace unos 40.000 años y con los que los sapiens tuvimos sexo e hijos. En 2013, gracias a la colaboración de un equipo especialista en recuperar ADN antiguo de los fósiles dirigido por Svante Pääbo, del Instituto de Antropología Evolutiva Max Planck en Leipzig, Alemania, lograron extraer por primera vez ADN de uno de estos individuos. Los resultados mostraron un inesperado parentesco con los denisovanos, otros homínidos que vivían en los remotos montes Altái de Siberia y cuyo descubrimiento se anunció en 2010.Ese parentesco era más estrecho que con los propios neandertales. Pero en aquella ocasión el tipo de ADN analizado era mitocondrial y por tanto solo ofrecía información de la línea materna.

El nuevo análisis aporta ahora la otra mitad de la historia, ya que el ADN nuclear lleva información tanto del linaje del padre como de la madre. En un estudio publicado hoy en Nature los responsables de esta investigación dicen que los humanos de la sima tenían un parentesco mucho más estrecho con los neandertales que con los denisovanos. De esta forma, el ADN confirma que los homínidos de Atapuerca serían neandertales arcaicos, ancestros de los que después conquistaron Europa y se cruzaron con los sapiens.

Pero el estudio también reafirma que el ADN mitocondrial, el de la línea materna, sigue emparentando a sus portadores con los denisovanos. Los neandertales posteriores tenían un ADN mitocondrial diferente, aunque aún no está claro por qué. Ante esta pieza que no encaja, algunos de los autores del estudio especulan que tal vez se deba a que una población de neandertales posterior habría llegado desde África a Europa, se habría cruzado con los grupos europeos y el ADN de sus mujeres habría acabado siendo dominante y diluyendo los restos aportados por los denisovanos.
“Estos resultados nos dan importantes puntos de referencia en la línea temporal de la evolución humana”, ha explicado Svante Pääbo en un comunicado de prensa del Max Planck. Los datos “son consistentes” con la hipótesis de que los sapiens nos separamos como especie de los otros “humanos arcaicos” hace entre 550.000 y 750.000 años, destaca. Además, queda claro que la divergencia de neandertales y denisovanos a partir de un ancestro común sucedió antes de hace 430.000 años, la fecha de la Sima.

Como suele ser habitual, el análisis del ADN antiguo da otro revolcón a la versión clásica de la evolución humana. “Por un lado simplifican la historia evolutiva de estos humanos y por otro la complica”, reconoce José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca y uno de los responsables del estudio. En 2014, el equipo decidió retirar a los homínidos de la sima su clasificación como especie Homo heidelbergensis, explica. Desde entonces están en una especie de limbo científico, sin especie asignada, pero con unas similitudes morfológicas neandertales muy claras, una conexión que confirma ahora el ADN. “La historia que ahora vemos es muy complicada, con una genealogía neandertal que tenía varias ramas, diferentes linajes” que ocupaban diferentes zonas y que podían reproducirse los unos con los otros, explica. Ahora, “lo que queda por determinar es si en la sima estamos ante una especie o una subespecie de neandertales”, agrega Bermúdez de Castro.

El equipo cree que posiblemente se pueda extraer más ADN nuclear en el futuro, lo que desvelaría nuevos capítulos de la aún misteriosa historia que rodea a los 28 cadáveres de la Sima de los Huesos. Uno, fundamental, es si eran todos miembros de una misma familia. “Sinceramente, pensamos que se encontrarán pruebas de ello”, concluye Bermúdez de Castro.
  
Sexo por todos lados

“La Sima de los Huesos es actualmente el único yacimiento sin permafrost que nos permite estudiar secuencias de ADN del Pleistoceno Medio, el periodo anterior a hace 125.000 años”, resalta Matthias Meyer, experto en secuenciación genética del Max Planck y primer autor del estudio. El trabajo no hubiera sido posible si los paleoantropólogos que excavaron la sima no hubiesen tomado medidas excepcionales para preservar los huesos y evitar que queden contaminados con ADN de otros organismos. “Durante muchos años esperamos que los avances en análisis molecular podrían algún día ayudarnos en la investigación de este yacimiento de fósiles único en el mundo”, ha explicado Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca y firmante del nuevo estudio. “Por eso extrajimos algunos de los especímenes con instrumentos limpios y los hemos dejado encapsulados en el barro circundante para minimizar alteraciones posteriores a la excavación”, resalta.

Extraer ADN del núcleo celular, es decir, de células que murieron hace 430.000 años, es un enorme reto tecnológico, explica Carles Lalueza-Fox, investigador experto en ADN antiguo que no ha participado en este estudio. El equipo comenzó “con unas 2.600 millones de secuencias” de ADN y fue descartando la inmensa mayoría hasta quedarse solo “con unas pocas posiciones comunes” que equivalen “a menos del 1% de todo el genoma humano”, detalla. Una de las conclusiones que extrae Lalueza-Fox de ese material es la aparición persistente de hibridaciones, sexo e hijos fértiles entre unas especies y otras. “Tenemos media docena de datos de este tipo y en cada uno encontramos una hibridación”, resalta.

El dodo era un animal inteligente y agresivo



Un grupo de investigadores han comparado el tamaño de su cerebro con el de otras aves y han llegado a la conclusión de que era tan listo como una paloma moderna, su pariente más cercano.


Una vieja ilustración de un dodo, realizada por Roelandt Savery. The Trustees of the Natural History Museum (Londres).

- ¿Pero quién ha ganado?

El Dodo no podía contestar a esta pregunta sin entregarse antes a largas cavilaciones, y estuvo largo rato reflexionando con un dedo apoyado en la frente (la postura en que aparecen casi siempre retratados los pensadores), mientras los demás esperaban en silencio.

Por fin el Dodo dijo:

-Todos hemos ganado, y todos tenemos que recibir un premio.

Así resuelve el Dodo el resultado de una carrera en Alicia en El País de las Maravillas, la obra en la que Lewis Carroll hizo popular a esta ave. Pero a pesar de que Carroll lo retrató como el ave más sabia y reflexiva de la charca, lo cierto es que este pájaro corpulento, que pesaba 13,75 kilogramos y era incapaz de alzar el vuelo, siempre ha tenido la fama de ser un poco tonto. "Los dodos (Raphus cucullatus) no tenían depredadores naturales en la isla de Mauricio -de la que era endémico- hasta que llegaron los humanos, que los cargaron en sus barcos para tener de qué alimentarse en el viaje de vuelta", explica María Eugenia Gold. Hicieron falta tan solo cien años para que, en 1681, esta caza indiscriminada los condujera a la extinción. "Que se dejaran atrapar y desaparecieran fácilmente les hizo ganarse la fama de necios. pero lo cierto es que no tenían ni una pluma de tontos", puntualiza la investigadora.
Sabe bien de lo que habla. Comparando el tamaño relativo del cerebro de este pájaro con el de aves actuales, Gold y sus colegas del Museo Natural de Historia Natural de Nueva York (EE UU) han llegado a la conclusión de que era tan listo como una paloma moderna, su pariente más cercano. Nada menospreciable si tenemos en cuenta que las palomas han demostrado tener las mismas habilidades aritméticas que un primate, son capaces de contar al menos hasta nueve, pueden categorizar objetos en una operación mental similar a la que realizan los niños cuando aprenden las palabras e incluso pueden recordar y reconocer rostros humanos. Después de todo, parece que Carroll no iba del todo desencaminado cuando lo alzó como cabecilla de los pájaros de su país de las maravillas.

Para estudiar la sesera del dodo, Gold recurrió a la tomografía computarizada (TC), una técnica basada en los rayos X que permite obtener imágenes tridimensionales de cualquier área anatómica. De este modo obtuvo reconstrucciones digitales del cráneo de estos animales, que rellenó empleando un software especial para rellenarlo y obtener un endomolde cerebral, que no es otra cosa que un molde virtual de la forma del cerebro.

"Podemos emplear estos endomoldes para describir el aspecto y tamaño del cerebro, y dado que solo necesitamos un cráneo, la técnica puede aplicarse tanto a animales vivos como a animales extintos", aclara Gold, que en su estudio lo aplicó también a la cabeza de la paloma de Nicobar de indonesia, la paloma coronada de Nueva Guinea, la paloma común y otras aves de la misma familia, para realiza la comparativa. "Además de deducir su inteligencia a partir del tamaño relativo de su cerebro, hemos descubierto que tenía bulbo olfativo, un rasgo que comparte con otro pájaro enorme y extinto, el solitario de Rodrigues", expone Gold. "Y esto apunta a que gozaba de un fino sentido del olfato muy útil a la hora de encontrar comida en la isla".

Que el dodo sea un animal de sumo interés para la ciencia es algo que el paleontólogo e ilustrador inglés Julian Hume explica, por dos razones. "Es un icono para la extinción que ejemplifica lo que sale mal cuando los humanos interfieren con un ecosistema, pero a la vez está rodeado de cierto halo de misterio: es uno de los pájaros más famosos y, paradójicamente, apenas sabemos nada sobre él". Hume también ha contribuido a desmitificar la concepción de este ave como "boba". "Mis investigaciones demostraron que era extremadamente agresivo, sobre todo en la época de cría, y que empleaba su largo pico ganchudo como arma. Incluso hay existen registros de exploradores daneses alertando del arma de guerra que era su boca". Por lo tanto, está claro que el dodo se defendió aunque no lograra evitar su captura.
circulan más ideas equivocadas acerca de él. Como apunta Hume, "no era el pájaro gordo y desgarbado descrito en libros populares sino una parte activa e importante del ecosistema de Mauricio, que distribuía semillas y comía insectos, escarabajos sobre todo". El próximo reto, propone el investigador, es usar modelos de ordenador para reconstruir su esqueleto, musculatura y postura y entender cómo se desplazaba, ya que hay quien lo describe como un animal que anda erguido y otros sin embargo cuentan cómo escalaba las rocas. Gold, por su parte, se pregunta cómo cambiaba este animal al crecer y si vivía aislado o en grupos sociales. Dos misterios en torno al emblemático dodo que la ciencia, vaticinan, resolverá.

Atapuerca: un mensaje del pasado.

Atapuerca: un mensaje del pasado.
Hasta hace poco, todo lo que había pasado en la evolución humana parecía haber sucedido en África. El análisis de ADN de hace 400.000 años muestra que la idea no es cierta.

 Científicos trabajando en la Sima de los Huesos. Científicos trabajando en la Sima de los Huesos Javier Trueba MADRID SCIENTIFIC FILMS

No todo ocurrió en África, después de todo. Durante décadas, cada vez que un estudioso de la evolución humana se ha visto en dificultades para explicar algo, ha remitido el problema al continente madre y santas pascuas. Nuestro ancestro el Homo erectus salió de África hace dos millones de años, pero la percepción común es que alguien o algo le había prohibido evolucionar fuera de allí. Si en Europa había neandertales, por ejemplo, sería porque habían evolucionado en África y salido de allí después. En la evolución humana, todo valía siempre que hubiera ocurrido en África. Era absurdo, y Atapuerca nos muestra hoy que también era falso, como puedes leer en Materia.

Un incisivo, una muela, una escápula y un trozo de fémur. Poca cosa si todo el mundo los ha tocado con sus manazas, pero una máquina del tiempo capaz de viajar 400.000 años atrás cuando los paleontólogos, además de remangarse, se ponen unos guantes y obtienen sus muestras en las condiciones óptimas para recuperar el ADN antiguo que esos fósiles puedan conservar. Es lo que han hecho Juan Luis Arsuaga y el resto del equipo de la excavación de la sima de los huesos. Eso, y colaborar con los mejores especialistas en ADN antiguo: Svante Pääbo y sus discípulos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig.

Hace ya 20 años que el equipo de Atapuerca describió a los homínidos (homininos, técnicamente) de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, como preneandertales: una gente que no era exactamente como los neandertales que vivirían en Europa cientos de miles de años después, pero que mostraba signos de estar evolucionando hacia ellos. La idea era delicada en la época, puesto que apuntaba a un episodio de la evolución humana que no había ocurrido en África. Y hace tres años se acabó de complicar definitivamente con la lectura de su ADN mitocondrial: no era afín al de los neandertales, sino al de otra especie arcaica distinta, los misteriosos denisovanos que vivieron hace 50.000 años en Siberia. Las cosas no parecían encajar.
 
Pero la lectura de parte del genoma nuclear (la gran mayoría del genoma) de los antiguos burgaleses ha aclarado la cuestión esta semana. El hombre de Atapuerca era un preneandertal, después de todo, tal y como denunciaba su morfología. Y sigue siendo, por tanto, muy probable que los neandertales evolucionaran en Europa, y no en África. La afinidad denisovana de su ADN mitocondrial no era un error, sin embargo: los científicos la han confirmado en las nuevas muestras, y por tanto es ahora más enigmática que nunca. Si los preneandertales tenían mitocondrias denisovanas, ¿de dónde sacaron los neandertales sus mitocondrias neandertales?
 
No me lo digan: ¡De África!
Fuente: El País