Cráneo 17, de hace 436.000 años, hallado en la Sima de los huesos
(Atapuerca, Burgos), con dos perforaciones en la frente posiblemente
debidas a una agresión mortal intencionada.
Del primer asesinato de la historia del que se tiene noticia hasta
ahora ha podido pasar mucho tiempo: 436.000 años. Pero, como en las
mejores teleseries de forenses, las pruebas persisten y acaban saliendo a
la luz de la mano de los expertos. Un hombre adulto, preneandertal,
habitante del norte de la península Ibérica, recibió dos golpes brutales
y definitivos en la frente, sobre el ojo izquierdo. Moriría como
consecuencia de las lesiones y alguien echó su cuerpo en una oquedad de
casi 15 metros de profundidad, como se haría con otros cadáveres que se
iban acumulando allí….. La oquedad se denomina hoy Sima de los Huesos
y es un rico yacimiento emblemático en el sistema de cuevas de la
Sierra de Atapuerca (Burgos), donde se han descubierto ya restos de al
menos 28 individuos de todas las edades y ambos sexos. ¿Las pruebas del
probable asesinato, o “violencia interpersonal”, como señalan prudente y
fríamente los científicos? Dos agujeros en la frente sobre el ojo
izquierdo. “Dado que una o las lesiones traumáticas fueron probablemente
letales, la presencia de golpes múltiples implica la intención de
matar”, afirman los científicos que han analizado el cráneo y sus
lesiones y que exponen sus conclusiones en la revista científica PlosOne.
Nohemi Sala y sus colegas, tras descubrir el cráneo y analizarlo, han
aplicado técnicas forenses avanzadas para determinar las causas.
Se trata, afirman los investigadores en el artículo, de la evidencia
más antigua “de violencia interpersonal en el registro fósil de los
homínidos”, es decir, un asesinato cometido hace 430.000 años, la
antigüedad de los fósiles de la Sima.
Se conocen bastantes pruebas de violencia interpersonal, pero de hace
no más de 10.000 años, es decir, claramente de la especie humana
actual, explica Sala a EL PAÍS. Y de antes aún hay un par de casos que
no son concluyentes: uno es un neandertal (Shanidar-3), de hace unos
100.000 años, con una lesión penetrante en la novena costilla izquierda,
pero parece que el individuo sobrevivió a esta herida varias semanas y
no está claro que falleciera como consecuencia de esa herida. El otro es
un Homo sapiens de hace unos 30.000 años con una lesión en la
primera vértebra torácica que tal vez fue la causa de su muerte, pero,
aunque pudo ser consecuencia de un enfrentamiento interpersonal, no se
ha descartado que fuera un accidente de caza, recuerdan los
investigadores en PlosOne.
En cualquier caso, 430.000 años atrás, es muchísimo tiempo. La
víctima de Atapuerca era un individuo adulto joven, de sexo aún por
determinar: “Es más fácil con los cráneos más robustos, que son
masculinos y los más gráciles, que los femeninos; pero en estos
intermedios es complicado”, comenta Juan Luis Arsuaga, codirector de las
excavaciones de Atapuerca y uno de los autores de esta investigación.
“Si en el futuro encontramos la mandíbula será más fácil”, añade.
El cráneo está muy completo, incluida la cara y la frente, y ha sido
recompuesto con los 52 trozos que se fueron recuperando en la Sima de
los Huesos a lo largo de los últimos 20 años y que los investigadores
han escaneado para obtener un cráneo virtual en el que investigar, medir
y comparar. Así hacen su descripción forense: los dos traumas en la
frente del cráneo 17 (Cr-17, técnicamente) son muy notables, lesiones
contundentes que afectan al hueso craneal tanto en la superficie
exterior como la interior, la que está en contacto con el cerebro, y
fracturas radiales desde el centro de impacto. Debieron ser un par de
buenos golpes. “Seguro que tendría alguna lesión en el cerebro, pero
como no fosiliza, no podemos saber el qué. Desde luego los golpes le
perforaron el cráneo”, comenta Sala, investigadora del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (ISCIII-CSIC), en Madrid, que dirige Arsuaga.
Son fracturas postmorten, sufridas por el individuo cuando estaba
vivo, concluyen los científicos. Además, no hay indicios de
cicatrización de las lesiones, que encajan en lo que se define como
fracturas de depresión, “resultado de una concentración de energía” en
el hueso, perforándolo. Ambos agujeros tienen dimensiones y contornos
prácticamente idénticos, “lo que sugiere que fueron causadas por el
mismo objeto”, pero con trayectoria y orientación ligeramente diferente,
es decir, un golpe por cada lesión.
Lenguaje técnico aparte, todo parece indicar, según sugieren los
investigadores, que alguien le pegó bien fuerte en la cabeza con algo al
individuo del Cr-17. Pero las conclusiones no se pueden sacar sin
estudiar diferentes alternativas y Sala y sus colegas se han planteado
si esos dos golpes en el cráneo no serían consecuencia de la caída del
cuerpo en el agujero de 13 metros de la Sima de los Huesos, o después,
una vez que estaba ya en el fondo. Descartan ambas opciones porque
parece muy improbable que un mismo objeto golpease dos veces en la
cabeza ni al caer ni cuando estaba ya en el fondo de la sima.
Más opciones que se tiene se plantea un forense: unas lesiones de
este tipo ¿pudieron ser accidentales, sin que mediara violencia
intencionada? “Los traumas accidentales o no intencionados afectan
típicamente a los laterales del cráneo, mientras que las heridas
intencionadas son más comunes en la región facial”, señalan Sala y sus
colegas. “Las fracturas de depresión craneal, aunque pueden ser
consecuencia de accidentes, son más probables como resultado de
violencia interpersonal”. También descartan que se trate, por ejemplo,
de un accidente de caza, dado que son dos golpes. Por su tamaño y forma,
los traumas del Cr-17 claramente son intencionados, apuntan.
Y llegan más lejos en su análisis, recordando que, según la
información forense, la localización de los dos golpes en la frente
concuerda con el patrón habitual entre los humanos actuales, en el que
las lesiones de este tipo suelen darse en el lado izquierdo, “lo que
refleja, en los conflictos cara a cara, la predominancia de los
individuos diestros”. Además, y curiosamente, la población de la Sima de
los Huesos es, mayoritariamente, diestra.
Su conclusión es que el individuo no sobrevivió a las lesiones
producidas por estos dos buenos golpes en la cabeza y, si uno solo de
ellos habría sido suficiente para matarlo, el segundo implica “una clara
intención de matar”.
Así, la explicación más plausible del origen de las lesiones
craneales de este atapuerquino de hace 430.000 años es que son resultado
de una pelea mortal.
Pero, acerca de la situación conflictiva…. “¿Cómo saber qué pasó? Eso
no fosiliza. Se trata de un conflicto cara a cara, de frente, pero el
motivo…. ¡Quién sabe!”, comenta Sala. Ni siquiera se sabe con qué golpeó
el agresor al individuo del Cr-17: “Pudo ser una piedra… una
herramienta de piedra; lo que está claro es que es el mismo objeto en
las dos lesiones”, apunta la investigadora. Y añade que no es, porque no
coincide en forma y tamaño, el único artefacto de piedra que se ha
encontrado en la Sima de los Huesos que es una misteriosa hacha rojiza
bautizada Excalibur.
El humano asesinado y hallado tantos miles de años después en la Sima
de los Huesos vuelve a sacar a la luz el misterioso origen de la
acumulación de cadáveres en esa oquedad de 13 metros de profundidad. Se
han rescatado ya más de 6.700 fósiles humanos que pertenecen, al menos, a
28 esqueletos, de todas las edades y ambos sexos. ¿Cómo fueron a parar
allí? En su artículo de PlosOne, los científicos resumen las
diferentes hipótesis a las que llevan años dando vueltas. Probablemente,
los cuerpos fueron depositados en la Sima
enteros; en los huesos no hay marcas de corte, lo que indicaría
prácticas caníbales, y las señales de dientes que pudieran haber dejado
animales carnívoros si los hubieran devorado, son escasas.
En el largo debate acerca del origen de la acumulación de cuerpos en la
Sima, se han barajado cuatro posibilidades: actividad de animales
carnívoros; transporte por procesos geológicos que van echando allí
cuerpos dispersos por el entorno; caídas accidentales de los homínidos
en la oquedad o acumulación intencionada de los cuerpos de los
fallecidos por parte de sus congéneres.
Sala y sus colegas recuerdan que los análisis recientes han
descartado las dos primeras posibilidades. Así que o se cayeron o los
echaron. Y el cráneo 17, el del asesinado, inclina la balanza hacia la
última opción, porque el individuo “claramente estaba ya muerto antes de
ir a parar al lugar y se puede descartar la caída accidental”. Solo
quedaría una opción, la de que alguien lo echó allí ya muerto. Así las
cosas, todo parece apuntar hacia la explicación que, desde hace años,
más satisface a los científicos de Atapuerca, aunque resulte complicado
demostrarla: que la Sima de los Huesos “era un lugar donde los homínidos
depositaban a los miembros muertos de sus grupos sociales”, señala el
artículo de PlosOne. Esta interpretación “implica que era una
práctica social entre esos grupos de homínidos del Pleistoceno Medio y
puede representar el más temprano comportamiento funerario en el
registros fósil humano”, concluyen los investigadores.
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