Barcelona acoge una exposición sobre Ötzi, la momia congelada .
En un ambiente alpino y glacial que ni pintado llega a Barcelona una interesantísima exposición sobre el hombre del hielo, la célebre momia prehistórica hallada en las montañas del Tirol del sur y bautizada como Ötzi. El Museo Arqueológico acoge esta exhibición que sintetiza la fascinante historia de ese extraordinario viajero del tiempo que es el hombre encontrado fantásticamente preservado (para lo que uno esperaría de un tipo de 5.000 años) en el glaciar de Similaun, a 3.210 metros de altura, en 1991, y que explica las más recientes investigaciones y descubrimientos sobre el cuerpo. Asuntos como que sufría intolerancia a la lactosa, que además del flechazo que lo mató presenta un tremendo golpe en la cabeza (acaso un coup de grâce de su asesino), que sus ojos eran marrones y no azules como se creía, que sus tatuajes fueron una forma de acupuntura avant la lettre y que tenía las arterias hechas caldo: de no haber sido por la saeta, hubiera muerto de infarto al cabo de pocos años. De hecho su última comida, muy poco antes de morir, fue poco sana: trozos grasientos de íbice, la cabra alpina. Aunque para insana, se dice uno, la flecha.
La exposición está producida por el Museo Arqueológico de Bolzano, donde se conserva, cuidadosamente refrigerada, la momia del hombre del hielo y su completísimo equipo de alta montaña. La exposición no incluye a la momia de verdad -que no viaja- ni sus objetos originales, y esto podrá sonar decepcionante, pero no crean: las fotografías, los vídeos y la reconstrucción pormenorizada de todas las formidables pertenencias de Ötzi, desde su arco de tejo, capaz de atravesar un ciervo a 30 metros, a sus calzoncillos (un taparrabos de delicada piel de cabra), convierten la visita en una experiencia apasionante. Además, un monitor sintonizado con una webcam en la nevera del hombre del hielo permite observarlo en directo todo el tiempo.
La exhibición, muy didáctica y que interesará también mucho a los niños, incluso a los menos morbosos, ofrece un diorama que reconstruye a escala real la momia de color caramelo tal como apareció, engastada en el hielo, y un panel que permite tocar todos los materiales del equipo de Ötzi -la piel de oso del gorro, la de cabra de las polainas (¡leggins!), la pluma de chova de las flechas, el tendón de ciervo de las costuras, el hongo yesquero...-, una forma inmejorable de hacer entender el enorme conocimiento del medio natural y sus recursos que poseía el hombre prehistórico. Un apartado, digno de figurar en el programa de BCNegra, está dedicado al misterio del asesinato, y otro, a la supuesta maldición que arrastra la momia (Ötzi, más viejo que las pirámides, no iba a ser menos que Tutankamón). En realidad, desde que fue hallada solo han muerto siete personas de los miles que la han estudiado, lo que no es óbice para que haya quien pida que se devuelva a Ötzi a su glaciar para apaciguarlo... Nada más lejos de la intención de Angelika Fleckinger, que desde 2005 es directora del museo de Bolzano y ha viajado a Barcelona, donde la exposición recala hasta agosto. Afirma que Ötzi será estudiado durante generaciones para esclarecer sus secretos. Desde que una pareja de turistas lo hallaron en su cepo de hielo y lo confundieron con un alpinista perdido, son inumerables las cosas que se han averiguado de la popular momia (Brad Pitt lleva su perfil tatuado en el antebrazo derecho). Incluso que, de las dos flechas acabadas que llevaba en su carcaj, una la hizo un diestro y la otra un zurdo. Y que la profunda herida en la mano, según los forenses tipo CSI, se la hizo cinco días antes tratando de defenderse de un ataque con arma blanca.
Los últimos hallazgos han llegado a raíz del deshielo que se le practicó a finales de 2010. Pero quedan muchos puntos oscuros. Los más intrigantes, en torno a su muerte. "Sinceramente, creo que muchos misterios permanecerán sin resolver", suspira Fleckinger, que subraya qué enervante resulta no tener con qué comparar, dada la excepcionalidad de Ötzi en el registro arqueológico. Es extraño, apunta, que fuera asesinado pero no le robaran el equipo, que incluía pertrechos de tanto valor como el hacha de cobre, un objeto único en la época, indicador de estatus. El asesino, en cambio, parece que le arrancó la flecha con que lo mató (no ha sido hallada), aunque no se llevó las de Ötzi, lo que parece indicar que su intención era no dejar su arma en la escena del crimen...
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