miércoles, 16 de mayo de 2012

Los dinosaurios también sufrían artritis.

Judyth Sassoon con la mandíbula del pliosaruio.


La artritis, dolorosa enfermedad inflamatoria de las articulaciones, no es exclusiva de los seres humanos. Ya los gigantescos pliosaurios, que vivieron en el Cretácico, sufrían este mal, según ha podido detectar un equipo de investigadores de Bristol en una mandíbula fosilizada.
 
El fósil se encontraba entre las colecciones del Museo de la Ciudad de Bristol, donde despertó el interés de la joven paleontóloga Judyth Sassoon. Los pliosaurios fueron grandes reptiles marinos que llegaban a medir ocho metros de largo, tenían la cabeza como un cocodrilo, el cuello corto, el cuerpo como una ballena y cuatro aletas que le ayudaban a propulsarse por el agua para capturar sus presas. Sus mandíbulas eran enormes, con dientes de 20 centímetros de largo con los que podían triturar a otros dinosaurios marinos.
Pero el ejemplar que Sassoon estudió tenía un grave problema: sufría una dolorosa artritis. La investigadora observó que la mandíbula tenía erosionada la parte izquierda de su mandíbula, lo que implica que el pliosaurio, que fue encontrado en Westbury (Wiltshire) vivió con la boca torcida muchos años: lo sabe porque en la quijada inferior hay marcas de que la quijada superior chocaba con ella cuando comía, lo que acabó por afectar al hueso.
Pese a sufrir este problema, el animal era capaz de sobrevivir. De hecho, en el estudio publicado en la revista 'Paleontology' se sugiere que se trataba de una vieja hembra, dado que los machos lucían una hermosa cresta de la que este esqueleto carece.
"Al igual que los humanos desarrollamos artritis en las caderas al envejecer, esta hembra la tuvo en la mandíbula, aunque sobrevivió. En algún momento, el hueso se debilitó y se rompió, por lo que ya no pudo alimentarse y finalmente murió", señala Sassoon.
Los pliosaurios eran grandes depredadores (en ocasiones emboscados) y también carroñeros, en la cumbre de la cadena alimenticia, por lo que no tenían quien les cazara. "El pliosaurio de Westbury es un ejemplo asombroso de cómo el estudio de la enfermedad en animales fósiles puede ayudarnos a recrear la vida de un animal extinto", ha declarado Mike Benton, colaborador en este trabajo.

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